jueves, 21 de octubre de 2010

NO SENTIR.








Nunca conseguimos asentarnos en la tierra; somos dos seres demasiado volátiles.
Nunca lo conseguimos.
Y sonará violento, incluso triste, como los atardeceres en el Ártico...
pero es, de alguna forma, lo que más deseamos en la vida: descomponernos.

Es como si el caos nos pusiera cachondas. Al fin y al cabo, el fin del mundo solo es un juego para nosotras.

Lanzamos la melena al viento. Sientes que la nada se apodera del vacío de nuestros cuerpos. Qué sensación tan miserable, ver que no estamos hechas para nadie.
Físicos de miedo; apariencias frágiles e inmundas.
Dentro hay mucho más.

Hay mil átomos que giran y lloran, implorando el deshielo momentáneo de nuestro corazón.
Porque simplemente es de acero.
Y duele no sentir el cuerpo ligero. Duele no sentir.

No sentir.

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